Baños árabes
No había celeridad ni prisas, los plazos eran más relativos, las fechas más tolerantes y la caducidad generosa. El ruido se limitaba al que podía producir la voz humana o el paso de un animal por las estrechas calles del barrio árabe. Cuando caía la tarde la vida se aletargaba hasta la mañana siguiente, y las sencillas luces de las lámparas de aceíte eran suficientes para iluminar la noche bastetana.
La tranquiliad y el sosiego contaban con su propio espacio. Los baños eran el lugar de encuentro de aquellos que podían permitirse acceder a un espacio, donde el tiempo se detenía.Los silencios o las amigables palabras buscaban las bóvedas de este singular balneario y las columnas producían sombras que hacían aún más enigmática la estancia.
Los siglos han pasado, la luz de nuevo entra a su interior y su visita hace que nos imaginemos la vida de aquella época detenida en un instante. Los antepasados de nuestros antepasados la disfrutaron, o la padecieron, quien sabe. Eso sí, el tiempo medía nuestras vidas con otro registro. Quinientos años después no sabría decir si hemos avanzado por igual en todos los aspectos.
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