Rutas por cortijos y árboles emblemáticos de la comarca: Las encinas de Filabres





 Arrieros de Bacares,
siempre trazando caminos,
escalando sierras,
bordeando ríos,
de la mar al monte,
del calor al frío.

Y al final, no había quien se aprendiera la cancioncilla. Ni el mismo Ben-Arabí, pensador y poeta que habitó el castillo de Bacares hubiera descrito mejor la dureza que define estas tierras. Fue un día largo pero lleno de buenas sensaciones. Pretendíamos ver las encinas emblemáticas de esta sierra, y no sólo las vimos sino que nos impresionaron. Se nos pasó la del Marchal del Abogado, pero prometemos volver, las otras restantes ya nos impresionaron lo suficiente. Como una imagen vale más que mil palabras, ahí lleváis algunas para haceros idea de la "burrería" de árboles como la Encina de la Loma. Parecíamos mequetrefes debajo de sus ramas y hacíamos cábalas sobre los años transcurridos hasta llegar a contar con esas medidas. Desde ahí el camino, y las duras cuestas nos llevaron a los cortijos del Cántaro Bajo y el Cántaro Alto, ya en las inmediaciones de las Menas. Una vez en este poblado minero, paseamos entre los edificios que aún se mantienen en pie, algunos de ellos perfectamente restaurados, y nos acercamos hasta la iglesia o ermita (sin "h", como la debían de haber puesto en el cartel del edificio) de estilo inglés. Como aún nos quedaba gasolina, subimos a las cumbres de Filabres, donde se encuentra las cúpulas del Calar Alto, desde las que se puede ver todo el paisaje a lo largo de kilómetros y kilómetros de distancia. A las dos en el abrevadero, y aunque nos retrasamos un poco, el restaurante las Fuentes de Bacares sació el hambre y la sed acumulados a lo largo de la mañana. Buen cordero, embutidos y postres caseros sirvieron de alivio a nuestros vacíos estómagos. Como no nos podíamos bajar sin ver el pueblo, iniciamos un interesante y bonito paseo por las calles de esta villa serrana. Algunos rincones y muchas de sus calles  nos sorprendieron , y recomiendo sin lugar a dudas perderse por sus calles y fijarse en los innumerables detalles y rincones particulares de este conservado pueblo. Enhorabuena a los bacareños. Desde ahí vuelta a Baza, ha quedado mucho por ver,pero con la visita de hoy se confirma el compromiso de que hay que volver.




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